Escribir estrofas con música de cámara
singularmente perfecta no hace de mí
el artista que yo quisiera para todos,
pero sí un bobo solemne en la intimidad
tornasolada de mis sinsabores singularmente
perfectos, aerolitos de vida en la madriguera
que es mi existencia dentro del tonel de mi habitación.
Acordes triunfantes, codas tristísimas,
ripienos furibundos, pizzicati enamorati,
la barba de Brahms en mi cogote,
se acaba el disco y otro pongo, de César Franck.
viernes, 12 de febrero de 2010
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