Linterna es ciega y atalaya muda,
pinturas de un mundo aún nuestro,
luz oscura en el antro de los mortales,
mala señal si quienes lo habitan
de iris evanescente son, si Apolo Rey
era uno de nosotros y Diógenes el Perro
un tigre a lomos de la historia.
Atalaya silente, o camuflada
bajo el aseo o la metamorfosis,
quejumbroso vaticinio
adivinar que poder es altura
y altura persigue soledades,
también aviso de piratas,
pero la gloria –tan efímera-
de mirar al semejante por encima
de su hombro lleno de caspa
es tan irresistible que hacemos
de las luces apagones, de la mirada
de un ruiseñor la garra del buitre.
viernes, 12 de febrero de 2010
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